Los antiprofesores: cómo nos hacen mejores docentes

 Es importante tener buenos referentes a la hora de reflexionar sobre nuestra propia práctica docente, pero sin aquellos que nos mostraron que aprender también puede ser un suplicio, ¿cómo sabríamos lo que nos gusta y no nos gusta hacer cuando impartimos una clase? ¿O cómo habríamos sabido reconocer malas prácticas? 

Cuando pensamos en antiguos profesores y profesoras, lo primero que se nos viene a la mente son aquellos que nos han influido positivamente y con los cuales disfrutábamos aprendiendo. Pero yo hoy quiero darle espacio a aquellos que nos hicieron sufrir y odiar una asignatura, y agradecerles su labor, porque sin ellos no habría aprendido a huir de aquellas prácticas docentes que me hicieron no querer ir a clase. 

En nuestra receta para ser un buen profesor, los "ingredientes" que metemos ahí son muchas veces una reacción a nuestros antiprofesores: aquel profesor que ponía frente a la pizarra y únicamente escribía en ella; aquel que leía el libro en voz alta sin entonación, que recitaba para que copiaras; aquella que te obligaba a pintar dentro de las líneas y con los colores que ella decidía; la que no te dejaba llegar al resultado por otro camino y tenías que hacer el procedimiento como ella te había explicado (que posiblemente era el único que ella comprendía), etc., etc., etc. Y como estos ejemplos, seguro que a todos se nos vienen a la cabeza muchos otros. Este tipo de docentes nos han permitido, a posteriori, darnos cuenta de que dedicarnos únicamente a escribir en la pizarra hace que los estudiantes no aprendan, sino que memoricen; de que leer sin entonación para que copien no aporta conocimiento; que pintar fuera de las líneas no importa; o que saber llegar al resultado por otro camino no significa hacerlo mal, solo diferente. 

Como docente, creo que todos los profesores que he tenido me han ayudado, de una forma u otra, a ser la profesora que soy a día de hoy. De la misma manera que mis compañeros y compañeras de profesión me aportan y espero que me sigan aportando en un futuro, ya que tanto la educación como nuestra propia práctica docente están en continuo cambio, y nunca debemos dejar de querer aprender y mejorar. Actividades como reflexionar sobre nuestros profesores favoritos y aquellos que menos nos gustaban nos ayudan a darnos cuenta que de la misma manera que unos nos aportan, los otros también lo han hecho,  y fomentan la evaluación de nuestra práctica docente, algo a veces tan olvidado. 

¡Yo os animo a todos a pensar en qué os enseñó vuestro antiprofesor y pensar en todo lo que has aprendido de él!



Fuente: Infografía de Isabel Leal (@isalv), 5º Encuentros Todoele "¿Cómo llegar a ser un buen profesor de ELE?"


Comentarios

  1. Buenas tardes Lucía,

    Cuánta razón. Entiendo perfectamente los sentimientos que expresas en esta entrada y me siento identificada. Quiero pensar y creo verdaderamente que son más los profesores que me han aportado algo que los que no. Me llevo grandes experiencias a través de mi aprendizaje aunque es cierto que en la enseñanza tradicional ha habido algún que otro garbanzo negro. Pero bueno, lo importante es saber valorar y ser crítico con los procesos y metodologías de aprendizaje sobre todo es importante reunir experiencias que nos hacen ser el docente que somos hoy en día y que queremos ser. Y tener claro lo que queremos transmitir a nuestros alumnos. Es tan importante empatizar y saber guiar a nuestro alumnado que no veo otra opción que la reflexión y la cercanía con nuestro alumnado y sus necesidades. No obstante, gracias por mencionar estos aspectos.

    Un saludo,
    Paola.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Mi aula de ELE ideal

Tecnologías y ELE